El Imperio Bizantino constituyó la continuación del Imperio Romano de Oriente y se prolongó desde el siglo V, con la progresiva vuelta a sus orígenes griegos, hasta la caída de Constantinopla a manos de los turcos en 1453.
Marcado por el helenismo y el cristianismo, se extendía -durante su máximo esplendor- desde las Islas Baleares, Córcega y Cerdeña, Sur de Italia, la Península Balcánica, Creta, Chipre, hasta la Península de Anatolia (Turquía), y su capital era Bizancio -también llamada Constantinopla-.