Las acrópolis son las partes más altas y fortificadas de las antiguas ciudades o polis griegas, principalmente. Se erigían, por tanto, en enclaves elevados, como mesetas o grandes promontorios, y solían servir de lugar defensivo y de culto.
Su nombre proviene de las palabras griegas ákros, ‘extremo o parte más alta’ y pólis, ‘ciudad’, y entre las más destacadas se hallan la de Atenas, la de Lakedaemonia -en Esparta, la de Acrocorinto -en Corinto-, así como la de Lindos -en Rodas-.
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